En 1.492, los Reyes Católicos ordenaron la expulsión de los judíos de España. "Conversión o destierro" era la consigna. Había que unificar la fe de un país tras la derrota del último rey nazarí, así que se les dio un plazo de 4 meses desde la promulgación del Decreto de la Alhambra para elegir entre aceptar el bautismo o abandonar su país, España. Según Henry Kamen, se estima que 40.000 judíos optaron por la emigración a distintos lugares del Mediterráneo, sabiendo que no podrían volver. La Inquisición se encargaría de velar por la eficacia de la decisión.
Ya en 1982 se adoptaron medidas para que los judíos sefarditas pudieran recuperar su nacionalidad española. Hoy, 520 años después de la expulsión, el gobierno español ha tomado una decisión que corrige el histórico error y facilita el proceso de adquisición de la nacionalidad española.
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