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domingo, 25 de marzo de 2012

THE WIRE: La leyenda continúa

Cuando la cadena televisiva HBO, en 2002, decidió emitir el primer capítulo de The Wire no se imaginaba el éxito que esta serie, jamás premiada, alcanzaría. Pasó inicialmente inadvertida, incluso las críticas no le favorecieron en absoluto. HBO resistió el primer envite y tras la emisión de un buen puñado de capítulos, crítica y público empezaron a aceptar el producto televisivo. El aldabonazo definitivo a la fama le llegó con la edición en DVD, cuando ya finalizaba la emisión inicial. Posteriormente, las descargas online y reposiciones televisivas en diferentes cadenas le otorgaron la consideración de “mejor serie de la historia de la televisión”. Ahora, Canal Plus, en su dial 47, vuelve a reponer la serie que retrata la vida americana, el submundo de la droga, los intereses políticos y económicos, la crisis portuaria y la educación americana en la ciudad de Baltimore o cualquier otra ciudad similar del planeta. Sin desperdicio.

Cuáles con las claves del indiscutido éxito de la serie, alejado de los círculos comerciales convencionales. Por qué la crítica se va rindiendo poco a poco hasta otorgarle las máximas consideraciones. Qué elementos provocan la atracción hacia la serie.

Autoría y exclusividad. The Wire tiene un sentido de exclusividad que nos remite a los mejores tiempos del arte del celuloide. Profundo sentido crítico, excelentes guiones y evitación de circuitos comerciales convencionales, le otorgan “algo especial”. Tanto David Simon con Ed Burns, junto con los guionistas le otorgan un marcado acento personal. Una clásica novela audiovisual según algunos.

Realismo. Cada actor representa lo que es. Los personajes representan lo que se espera de su color, profesión o condición social, con poca ficción. Participan actores no profesionales, sacados de la calle. No sobreactúan. Lenguaje callejero, real, propio de cada estamento, no forzado. Excepto la música inicial de los créditos de Tom Waits, el resto sale de los mismos aparatos: tv, equipos, radio de coches. No hay nada superfluo. Todo está integrado. Los ingredientes te transportan a las mismas calles de Baltimor4e. No hay maniqueísmo. El bien y el mal se confunden, no se sabe dónde está el límite. Todo es un claroscuro como la vida misma.

No hay un final feliz. No hay un lenguaje triunfalista. Junto a la podredumbre social hay un rayo de esperanza, siempre hay una pequeña posibilidad de salida. Frente al poder de las instituciones, cabe la lucha porque existe un pequeño margen para que esto funcione y sigamos adelante.

Por último. Sin premios, nunca fue premiada. Ninguna academia televisiva le otorgó ni una estatuilla, ni un diploma. Sólo obtuvo el “óscar de la calle”. En el descanso de un rodaje, un hombre se acercó a André Royo (Bubbles) ofreciéndole un chute de heroina porque creía que lo necesitaba más que él.

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