MARTA DEL CASTILLO

Ya hemos conocido la sentencia del caso de Marta. Sólo se condena a Miguel Carcaño a 20 años por asesinato. No se le condena por ninguna otra causa: violación y demás delitos. Los otros inculpados: su amigo Samuel, el Cuco y el hermano de Miguel y su novia, nada de nada, han salido de rositas.

Dicen algunos sectores de la justicia (intencionadamente en minúscula) que la sentencia es ejemplar; quizás lleven razón, yo no tengo fundamentos jurídicos para rebatir la sentencia. Pero socialmente, para la ciudadanía de a pie, la profana en materia jurídica, la sentencia es incomprensible, inaceptable, insuficiente, causa un chirrío social, que pone en duda la fiabilidad de la justicia. Los padres de Marta sólo quieren saber dónde está el cadáver de su hija y justicia. El asesino y sus compinches han urdido un plan para que el cuerpo no aparezca y así poder ocultar si hubo violación, participación de otras personas, vejaciones o sabe Dios qué otras cosas.
Este caso plantea muchas dudas: ¿utilidad de la ley del menor? ¿la policía actuó tarde, bien, mal? ¿la justicia ha servido a la sociedad? ¿cómo podemos conseguir la verdad de los culpables? ¿podrá descansar en paz Marta?
La justicia se representa con la figura de la diosa Temis con los ojos vendados; nunca mejor dicho, vendados porque no ha sabido sacar la verdad a flote.

Marta, qué la tierra te sea ligera.