La semana pasada, La 2 repuso la película "El Apartamento". Dirigida por Billy Wilder en 1960. Con 9 nominaciones al óscar, consiguió 5: mejor película, director, guión original, montaje y dirección artística. Está considerada como una de las obras maestras de Wilder. Catalogada como comedia romántica, está interpretada, en sus papeles principales, por Jack Lemmon y Shirley Maclaine.
Un joven empleado de una compañía de seguros (Lemmon) presta su apartamento a sus jefes para que éstos lo utilicen como picadero en sus correrías amorosas, a cambio de promesas de ascenso en su trabajo. Poco a poco se va enamorando de la ascensorista (Maclaine) y todo empieza a cambiar; sobre todo cuando se entera que su "amor" también ha caído presa de los devaneos amorosos de uno de sus jefes. Al final, como no podía ser menos, acaban juntos y final feliz.
Lemmon representa a un joven solitario, mediocre, con pocos escrúpulos, dispuesto a casi todo por un ascenso. Algo pícaro y cómplice de sus jefes. Ha entregado su dignidad como persona, cuando entregó las llaves de su apartamento a sus jefes; dignidad que recupera con la devolución de las llaves del servicio que tenía como adjunto al jefe de personal y se despide de la empresa. Con la devolución de las llaves, Lemmon se revela contra la tiranía en una sociedad hipócrita, en la que no se valora la valía de las personas. Una sociedad de víctimas y aprovechados. No todo vale. Siempre queda una rendija en la condición humana para recuperar los valores más nobles del perdón, la bondad y el amor, sobre todo por "ella", su gran amor.
La película desarrolla un guión perfecto, con unos diálogos hábilmente hilvanados, que transmiten un humor corrosivo y cierta dureza emocional. En definitiva, un retrato agridulce de la sociedad del momento, pero en el que hay cabida a los sentimientos y emociones.
Wilder, judío austriaco que en 1934 huyó de la Alemania nazi y emigró a USA, no olvida su pasado y como no podía ser menos nos deja su perla "yiddish" en la película. En una de las escenas en las que aparece el médico, le recuerda a Lemmon que debe ser un "mensch".
Un joven empleado de una compañía de seguros (Lemmon) presta su apartamento a sus jefes para que éstos lo utilicen como picadero en sus correrías amorosas, a cambio de promesas de ascenso en su trabajo. Poco a poco se va enamorando de la ascensorista (Maclaine) y todo empieza a cambiar; sobre todo cuando se entera que su "amor" también ha caído presa de los devaneos amorosos de uno de sus jefes. Al final, como no podía ser menos, acaban juntos y final feliz.
Lemmon representa a un joven solitario, mediocre, con pocos escrúpulos, dispuesto a casi todo por un ascenso. Algo pícaro y cómplice de sus jefes. Ha entregado su dignidad como persona, cuando entregó las llaves de su apartamento a sus jefes; dignidad que recupera con la devolución de las llaves del servicio que tenía como adjunto al jefe de personal y se despide de la empresa. Con la devolución de las llaves, Lemmon se revela contra la tiranía en una sociedad hipócrita, en la que no se valora la valía de las personas. Una sociedad de víctimas y aprovechados. No todo vale. Siempre queda una rendija en la condición humana para recuperar los valores más nobles del perdón, la bondad y el amor, sobre todo por "ella", su gran amor.
La película desarrolla un guión perfecto, con unos diálogos hábilmente hilvanados, que transmiten un humor corrosivo y cierta dureza emocional. En definitiva, un retrato agridulce de la sociedad del momento, pero en el que hay cabida a los sentimientos y emociones.
Wilder, judío austriaco que en 1934 huyó de la Alemania nazi y emigró a USA, no olvida su pasado y como no podía ser menos nos deja su perla "yiddish" en la película. En una de las escenas en las que aparece el médico, le recuerda a Lemmon que debe ser un "mensch".
No hay comentarios:
Publicar un comentario