
En el frontispicio de la estulticia figura grabada la expresión, “El dinero público no es de nadie”. Tan desafortunada expresión fue pronunciada por Carmen Calvo, socialista y ministra con José Luís Rodríguez Zapatero, en este siglo XXI. Sirva de ejemplo la expresión para resumir la escasa preocupación y el desinterés político en el uso racional del dinero público; es decir, de los impuestos.
En la actualidad, estamos viviendo la crisis económica más importante desde el final de la II guerra mundial. Llevamos más de 3 años inmersos en una crisis de la que nos decían, hasta hacer poco, que estábamos a punto de salir; pero la realidad es bien distinta: el paro sigue creciendo, los embargos por impago aumentan día a día y las empresas no paran de quebrar. La responsabilidad es clara: la voracidad del mundo financiero, la falta de previsión de los políticos y el mal uso del dinero público y, por último, los menos responsables, los ciudadanos, que vivieron por encima de sus posibilidades, hipnotizados por el consumo desenfrenado y el dinero fácil.
En la tercera del ABC (22-1-12), Antonio Garrigues Walker publica un artículo titulado “Corrupción y Transparencia”, en el que analiza algunas de las claves de la crisis. Creo que no hace falta ser más explícito sobre el contenido, porque el título, por sí solo, es lo suficientemente claro para no reincidir más. No obstante, Garrigues aporta algunas ideas a tener en cuenta en época de crisis, para, a continuación, plantear que hay que reforzar principios básicos como solidaridad, positividad, energía moral y esfuerzo colectivo. Pero, sin duda, lo mejor del artículo son las tres grandes lecciones que tenemos que aprender de esta crisis: no se puede gastar más de lo que se tiene; todas las burbujas explotan y que sin ética no hay sostenibilidad, no hay futuro.
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